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TIENES DERECHO A CAGARLA

Al menos eso me intento decir siempre. Que tengo el derecho a equivocarme. Creo que el haber crecido en un sistema escolar donde los yerros son sinónimo de ignorancia, es difícil tomarte los errores con calma. Sumado a que en la actual cultura laboral, equivocarse puede parecer sinónimo de despido y deshonra, pues es más complicado tranquilizarse ante la idea de equivocarse. Sobre todo cuando vas empezando piensas que un desatino habla de todas tus capacidades como persona sin importar cuántos aciertos hayas tenido previamente. Es verdad que hay ciertos errores en nuestras carreras que pueden costarnos un trabajo. Pero no tenemos porqué desarrollar la ansiedad constante de que TODOS los errores tendrán esas consecuencias.
Más allá de que sea sano o no, hasta las máquinas cometen errores. Creo que es importante poner en perspectiva por qué te contrataron para el trabajo que estás realizando. Te contrataron porque respondes a ciertas necesidades que un producto, evento, empresa necesita. Es matemática básica: a un problema, se le aplica una metodología y se le encuentra una solución. Incluso me gusta indagar sobre el acercamiento del método científico a los errores. En un punto muy básico el método científico observa una situación, genera una hipótesis, experimenta y depende de los resultados genera otra hipótesis o una tesis que se hace ley. Cada que la experimentación arroja un resultado que no es el deseado, en vez de considerarse como el desastre total de la experimentación, se considera un paso para descubrir cómo no llegar al resultado esperado.
Claro, que si me pongo a extrapolar esta explicación, podemos plagar nuestro trabajo de errores ad infinitum y considerarlo de manera muy blanda un paso más de la experimentación. Hemos de entender que ese proceso existe en nuestras mentes constantemente. Incluso cuando tenemos maneras sistemáticas de resolver problemas comunes de nuestro trabajo. Sólo falta que te pongas a observar detenidamente y con un poco de paciencia tu método de trabajo. Depende el área que tengas, tú sabes que un problema determinado se resuelve de una manera y eventualmente te volviste profesional porque constantemente has resuelto el mismo problema. Pero no todas las industrias son iguales. Al menos en mi trabajo, por más que una escena sea muy parecida a otra, tienen diferentes elementos que las constituyen. Puede haber muchas partes parecidas, pero seguro tiene otras tantas que son específicas de esa película o director. Tan sencillo como pensar que Scorcese filmaría una escena de una manera y Greta Gerwig de otra. Sabiendo todas estas diferencias ¿Hay alguien que pueda asumirse como infalible? Si lo existe, felicidades, pero no es una manera de vivir.
Porque se vive con la presión de ser infalible. Te persigue el fantasma del más mínimo error. Aquí me gusta irme a un pensamiento fatalista: ¿Cuál es la consecuencia del error? Sobre todo en el error que se comete cuando se intenta solucionar un problema. La primer consecuencia del error es que el problema que enfrentas sigue existiendo. Hay niveles de profesionalismo que pretenden tener los menores errores posibles (y no dudo que ese sea tu caso), pero si te equivocas, la situación primigenia por la cuál te buscaron para este trabajo sigue existiendo: el problema. Pretender que el segundo paso después de equivocarte en tratar de resolver un problema es alejarte y sentirte la peor mierda del universo no va a borrar el hecho de que no has resuelto el problema. Sin embargo esta idea por sí sola no es revolucionaria. Porque viene acompañada. Si fuiste a la primaria te suena la idea de que con todo derecho contrae obligaciones (o también como le dijo el tío Ben a Spider-Man: un gran poder conlleva una gran responsabilidad). El tener derecho a equivocarse deriva de la obligación de acertar. La obligación de resolver. Lidiar en absolutos es algo que raramente se confronta con la realidad. Pero es el punto primordial al que quiero llegar. Aunque ya sabes como profesional que tienes que acertar, el darte (al menos hoy) la oportunidad de cagarla, para después volver a intentar hasta que soluciones el problema, te puede ayudar a relajarte un chingo y eso en el largo plazo te ayuda a concentrarte en solucionar los problemas, más que en evitar los errores al hacerlo.

CON TODO Y MIEDO

A veces pensamos que el miedo es malo. Bueno, es una sensación terrible tener miedo. Y bueno, el miedo tiene sus razones evolutivas para existir: antaño nos hacía correr del peligro, los predadores, evitar el hambre: en resumen sobrevivir. Con la evolución, el miedo ha cambiado con nosotros. Ya no nos da miedo que nos mate un león cuando salimos a conseguir nuestro pan (aunque nos da miedo quizá que nos atropelle un camión). Creo que es importante entender los mecanismos del miedo. El miedo, en circunstancias de peligro nos hace reaccionar de dos maneras: o luchamos o huimos. Reacción conocida como "Fight or Flight Response"* (Reacción de lucha o huida en español). En el presente, no es tan común que nos enfrentemos a leones y aunque es común tener miedo a que un autobús nos mate, no es la única manera en que experimentamos el miedo.
Un miedo muy particular que yo tengo es el miedo al fracaso. Pero no hablo del fracaso más rotundo en el cual acabo en ruinas y sin poder caminar de lo fracasado que estoy. Sino a miedos más particulares como el miedo a hacer mal las cosas, ponerme a escribir y que todo lo que pongo no resuene en mi interlocutor y termine siendo un texto banal que no le sirve a pinches nadie. Ese miedo es constante; lo vivo en mi trabajo, en mis pasiones (escribir) y me paraliza. ¿Qué hago en vez de continuar con esto? Huyo. Y no quiero hablar por todos, pero creo que es muy común que todos evitamos las tareas que nos aterran por miedo. (bueno, puede ser una de las razones). Quizá se trata de hablarle a una persona, ponerte a diseñar lo que tienes tiempo postergando. Como es tan particular de nuestra generación acuñamos un verbo particular para ello: "procrastinar".
Creo que es importante entender porqué procrastinamos. Y una de las razones que veo importantes es el miedo. Es tarea de cada quién saber por qué ciertas cosas que queremos hacer las terminamos por postergar bajo la excusa de la flojera, tiempo, atención, falta de herramientas, etc. Y la realidad de las cosas (al menos a mí me pasa) es que al final del día tenemos una especie de arrepentimiento - ese libro que no leímos, ese diseño que no empezamos, esa llamada que pospusimos para ahorita (también conocido como el eterno presente). Al menos a mí me pasa, no me siento tan pleno después de un día de estar evadiendo tanto mis responsabilidades como mis metas. Primero que nada es importante evaluar por qué no hacemos esas cosas de las cuales nos arrepentimos después. En mi caso, fue el miedo.
Y no es que esté mal el miedo, ese estrés que nos da hacer tal o cual cosa. Es importantísimo reconocerlo, antes de ponernos a actuar. En esta época tenemos la idea de que ahora es obligatorio ser productivas, ser personas de acción. Pero qué horror enfocarnos a la acción desbandada sin ni siquiera entender porqué hacemos lo que hacemos. El miedo puede ser muy revelador. Probablemente tu miedo se deba a que no estás listo para la presentación, o quizá en realidad no quieres hacer el diseño porque te parece vomitivo tu cliente. Entonces viene la siguiente fase de afrontar el miedo, cuando viene la razón detrás entonces tenemos armas suficientes para accionar frente a ello. ¿Qué necesitaría para estar listo para la presentación? ¿Qué tipo de cliente me gustaría tener? Podemos a partir del análisis de nuestros terrores hacer estratagemas para sí conseguir hacer lo que muy en el fondo queremos hacer. Esas cosas que nos dan vida y no solamente lo que nos dicta la sociedad que es el deseo que debemos de tener.
Por eso, en vez de rehuir al miedo, te invito a que le des la bienvenida en tu casa (de todos modos ya está sentadote en el sofá comiéndose tus oreos), dale un café para que no se atragante y pregúntale: ¿por qué estás aquí? De esta manera tendrás oportunidad de descubrir cuáles son los deseos más íntimos de tu ser y cómo con todo y miedo hacer las cosas que quieres hacer, pero un miedo informado, no un miedo desbocado donde la respuesta propia de autoconservación es desbocarte de regreso, de manera de que no conquistas el miedo, sino que lo evitas de una manera más agresiva. Así que, haz las cosas. Con todo y miedo, pero de la mano; porque cuando te paras a pensar, no te da más miedo que se acabe de pronto tu vida y te des cuenta de todas las cosas que no hiciste... ¿por miedo?
Fuentes:
* Cherry, Kendra. What Is the Fight-or-Flight Response?, Verywellmind.com (07-11-2022) consultado en https://www.verywellmind.com/what-is-the-fight-or-flight-response-2795194

VOLVER A INTENTAR

Heme aquí, con las ganas de volver a intentar. De cierta manera me veo tratando de darte a ti una reflexión que me he necesitado dar a mí mismo. De nuevo estoy escribiendo en este bonito blog que ojalá que te sirva de algo. Cuando inicié mi carrera como cineasta la empecé porque necesitaba de comer, pero también necesitaba hacer algo relacionado con el cine. Porque yo empecé en esto porque quería escribir. Quería crear historias que le despertaran al espectador lo mismo que las historias que yo veía despertaban en mí: estas reflexiones profundas, un despertar de la conciencia, un sentimiento de bondad, unas ganas de ser mejor. O simplemente emociones que en mi vida cotidiana no viviría de otra manera. Pero ser escritor y vivir de ello al menos, no es un camino fácil. Al menos no en México. Nada es un camino fácil en este país, pero bueno, lo intentamos.
Es por ese interés primigenio que me puse a trabajar en cine (después de años de estudio e intentos fallidos, claro está). Empezar como técnico fue mi manera de abrirme un camino y dejar la vela prendida que en algún momento seguiría escribiendo y conseguiría un lugar para escribir cine, mientras me ponía a trabajar en la industria que no conocía pero que generaba los contenidos que tanto amo. Con el tiempo, vi la carrera de escribir como una historia brutalmente lejana: de repente mi vida de técnico del cine se volvió más importante; pues descubrí lo cansado y absorbente que es ser un trabajador independiente en el cine: muchas horas, un salario justo por el que hay que estar constantemente peleando, poco sueño, pero eso siempre: mucha emoción. Fue entonces que me empecé a preguntar si escribir era mi destino o si mejor me quedaba dónde estaba. Me puse a perseguir avanzar en mi carrera y olvidarme un poco de querer escribir para mantenerme; pues este trabajo ha rendido muchos frutos y por sí solo me ha dado más trabajo. Sin embargo siempre había una insatisfacción en mí. Siempre una llama que por más que la quisiera apagar no muere, que es escribir. Lo que nunca me gustó fueron las largas horas de trabajo sin que llegara a un resultado, pues escribir para cine no llega a ningún público hasta que se produce y se publica e incluso entonces es una batalla difícil de ganar. Entonces lo dejé. Pero he encontrado otras formas, otros intereses. Por eso empecé este blog, tanto por mi necesidad de escribir, de entender el mundo y también las ganas de conectar con la gente, de tener al menos un ápice del efecto que el cine tiene en el espectador: una línea de ayuda. Me vi a mí en necesidad de entender cómo funcionar en el mundo como un trabajador independiente y lo vi en tantos otros de mis compañeros. Toda esta reflexión no hubiera sucedido sin la pandemia, evidentemente.
Sin embargo siempre ha existido en mí esa voz que me alejó de escribir. Esta vez me dijo "¿Quién eres tú para andarle dando consejos a la gente?" Y es una pregunta muy válida, porque la realidad es que no soy especialista en nada de lo emocional. Simplemente soy una persona que le gusta pensar en la salud mental. Siendo un paciente (hasta ahorita) de psiquiatras y psicólogos, me baso en mis reflexiones para compartirlas con el mundo. O con quien me quiera leer y escuchar. Y no sé, quizá este es un esfuerzo que se pierde en el vacío del internet. En el vasto mundo de la comentocracia y el "yo tengo más razón". La verdad es que para mí es cómodo escribir esto y no volverme un creador de contenido (que quizás es más probable que llegue a una audiencia de esta manera) porque no tengo ninguna obligación de verme sumergido en la vorágine de crear constantemente para mantener la atención. Pero también por eso lo dejo de intentar. También por eso dejo de escribir y me motivo. Porque no soy nadie para los lectores y al mismo tiempo quizás no tengo lectores. Pero la llama sigue ahí. No lo puedo negar. Por algo estoy escribiendo esto. El intento sigue ahí. Y creo que es una de las cosas importantes que hay que recordar, sobre todo en los días difíciles. Porque claro, cuando estamos atareados de trabajo no tenemos tiempo ni ganas de pensar en qué fue lo primero que nos trajo aquí. Y luego, una vez que pienses por qué lo empezaste: vuelve a intentar. Porque nunca se vuelve a intentar desde cero. Siempre se vuelve a intentar, pero nunca de cero. Siempre tienes diferente experiencia, que no necesariamente tiene que ver con lo que quieres hacer, pero todo aporta. Y quizás es más difícil, pero son tus ganas iniciales. Tu motivo interior, que a final de cuentas es lo que te hizo empezar esto. Yo ya conté el mío. Quizás es momento de que te cuentes a ti, qué te trajo a hacer tu trabajo en primer lugar, y sigue intentando. Total, lo peor que te puede pasar es que triunfes más allá de lo que esperas, porque el fracaso lo vivimos todos los días. Y por eso tenemos chance de volver a intentarlo.

No eres especial

nde hay una presión inmensa por “ser único“. Quizás hasta te has comido el cuento en el cual si te comportas de la manera contraria a la del público en general serás único. Pero la realidad es que simplemente estamos reaccionando ante lo que el Zeitgeist estableció que debería de ser. Incluso hasta para ser contreras; nos volvemos parte del grupo que ahora basa toda su identidad en ser contreras. A final de cuentas, por más que te esfuerces, no eres especial ni único.
Esta revelación me llegó mientras estaba en el auto escuchando a todo volumen música clásica y clarito imaginé a alguien más decir de mí –como seguramente piensas tú que me estás leyendo– “qué mamador". Y sí. Qué pinche mamador. Me dio mucha risa pero la realidad es que no pude dejar de pensar en cómo me etiquetaría el mundo, sin realmente reflexionar si lo hago porque me gusta o por aparentar (que por cierto sí lo estaba disfrutando). Lo mismo nos sucede en la búsqueda de nuestra misión personal-profesional. En las industrias creativas suele ser altamente venerado aquel personaje que es único y más celebrado aún el profesional que encuentra en su chamba su misión personal, su pasión. No a todos le sucede. Por ahora sé que a mí no. Y en el mundo creativo existe para todos esa misma expectativa: "¿cuándo llegarás hacer tu propio proyecto?". Lo que convierte realmente incómodo cuando expones ante la sociedad la idea de qué quizá no te interesa tener tu propio proyecto. La cultura actual lo vende como la panacea ante la mediocridad de nuestro estándar de vida: "sé tu propio jefe", "libérate". Como si el resto de las personas que aportan a un proyecto no importaran para nada. Tal es el pensamiento general que el Óscar de la mejor película reconoce a un puñado de personas mientras atrás de ellos hay al menos un centenar más de personas. Sí empecé mi carrera (Producción Audiovisual) con ciertas expectativas, quería ser director pero ni siquiera sabía en qué consistía dirigir; hacer una película o un comercial. Lo veo ahora después de más de 8 años de carrera y no me veo en el punto en que yo pueda o ni siquiera desee ser director. Me gusta pensar que no lo hago porque disfruto mucho el trabajo que hago sin sentir la presión de llegar a ser ese gran creador después. Quizá la mejor solución para no dejarse aplastar por la presión social de ser único es irónicamente, dejarse llevar por lo contrario: aceptar la idea de que "no eres especial". (qué triste ¿no?) Pero para ser realmente poderosa esta idea no viene sola. Hay una segunda frase que la convierte por completo. "¿y qué?". ¿Qué importa si no eres especial? ¿Qué importa que el mundo crea que eres único o no? Ése es tu problema. Si te funciona el trabajo en el que estás, teniendo las cosas que tienes; ¿para qué carajos te metes en tratar de cumplir las expectativas de los demás sobre ti mismo? ¿para qué carajos intentas cumplir las expectativas que tenías TÚ de hace 5 años de ti mismo hoy? Ese morro todo tonto qué carajos va a saber de la vida.
Así como el Huapango (que estaba escuchando) que me tenía contento y me hizo auto-etiquetarme como mamador, así me ha pasado en mi carrera. Quizá no hago que la sociedad espera de mí; ni lo que mis colegas esperaban de mí (bueno algunos) pero es lo que me gusta y donde he encontrado una manera de desarrollarme profesionalmente. Aunque la sociedad me etiquete de conformista, donde estoy ahora profesionalmente es lo que he aprendido a hacer y soy lo suficientemente bueno con para cobrar por ello.
El Huapango me hizo pensar en mi curso de carrera actual y realmente no importa la expectativa de todos los demás y ni siquiera importa la expectativa que yo tenía de mí mismo cuando empecé en esto . Lo que importa es que ahorita me gusta y ahorita me da de comer y ahorita me interesa muchísimo ser mejor en lo que hago y seguir persiguiendo esa carrera. A todos nos funcionaría dejarnos de preocupar por las expectativas de los demás y darnos chance de disfrutar lo que estamos haciendo ahora. No eres especial. ¿Y qué?.

Trabajar en (con tu) pareja

En la vida adulta es difícil conocer a nuevas personas. Cuando estamos en la escuela tenemos amigos todo el tiempo que lo único que tienen que hacer es ir a la escuela con nosotros. Ahí en nuestras actividades extra curriculares puede que conozcamos a más personas y de ahí nacen las relaciones de noviazgo más temprana de nuestra edad. Sin embargo conforme uno va creciendo y entrando en el mundo laboral las oportunidades de conocer nuevas personas se reducen a nuestros hobbies, actividades sociales y claro, nuestro trabajo.
Las relaciones personales en el trabajo son el terror de RRHH. Porque todo se puede tornar muy MUY FEO. O no. O sí. Las relaciones románticas siguen siendo de un misterio tan particular que se siguen (y seguirán) escribiendo novelas que tratan de descifrar por qué se sufre tanto por amor. Aún así es muy común conocer a tu pareja en tu lugar de trabajo. Y quizá suceda que todo pasa bien en el trabajo y ni siquiera interactúan mucho porque son de departamentos distintos. Pero a mí me interesa abordar lo que pasa cuando por conveniencia o destino terminan trabajando en relación directa, ya seas tú la jefa o él. Si no establecemos barreras claras en cuanto a nuestro comportamiento en el trabajo el resultado es que algo va a sufrir. Ya sea la calidad de nuestro trabajo o la de nuestra relación.
Me molesta ser el cabrón que desde su torre de marfil les dice a todos qué hacer. Por eso más bien pongo esta reflexión de mi experiencia personal. Lo mejor que pudimos hacer es dejar las reglas claras. Primero que nada, yo decidí trabajar con mi pareja porque confío plenamente en sus capacidades. Me conozco y sé que soy muy exigente, entonces escogí trabajar con ella porque es un buen elemento del equipo; no por lástima. Bajo ninguna circunstancia hubiera estado en el mismo equipo si no confiara en ella: porque si elijo a alguien con capacidades limitadas (que aparte yo sé que no está a la altura) me terminaría enojando con ella, aunque debiera enojarme conmigo mismo por atreverme a tener un equipo débil. Entonces la reflexión principal aquí es conocer las capacidades de mi pareja y las mías. Tanto si me eligen como si me toca a mí elegir.
Algo que también nos sirvió es entender la jerarquía. En la relación sí somos muy iguales y si les gusta díganse que "el corazón manda"; pero el trabajo es trabajo, y aunque se aceptan aportaciones y sugerencias hay que entender que la jefa hace las cosas por alguna razón que quizás ahorita no tiene tiempo de explicarte. Aunque tengas un desacuerdo, lo principal es entender que lo que busca tu jefa/pareja es lo mejor para el proyecto que están realizando. Por otro lado (y esto no sólo para la pareja, sino en general) es bueno tener en cuenta que no sabemos todo y que siempre hay una manera nueva de resolver un mismo problema. Por lo tanto, en una de esas las sugerencias que te dan son mejores que tu idea. Lo importante es escoger bien el momento y el lugar.
Es verdad que la pareja tiene un privilegio sobre los demás y cuando toca corregirle es algo difícil. Sobre todo porque ya usar el término "corregir" suena hasta desmedido. Pero creo que sirve como buena medida para llamar la atención a cualquiera. Igual pienso que al igual que las sugerencias escoger el tiempo y el lugar son clave para no acabar en un divorcio o cálculos en el riñón. Lo que me ha tocado es hablar de manera que no se sienta atacada y dejar muy en claro: esto es exclusivo del trabajo. Algo que no he tocado es lo que piensan los demás: porque al traer a tu pareja al trabajo les suena a todos a NEPOTISMO. Y puede que sí parezca, pero al menos que trabajes en gobierno yo no te voy a juzgar. Porque cada quién tiene razones para escoger a su equipo de trabajo, y si a la persona que más confianza le tienes aparte hace una buena chamba ¡pues vas! sin embargo el escrutinio de los colegas es complejo. Para mí lo mejor es primero no declararlo, que cada quién se gane su lugar en su puesto. Ya una vez que empiece el rumor (PORQUE NOS ENCANTA EL PERRO CHISME) pues se confirmará lo que a quienes les importe se necesite saber. Sin embargo creo que lo mejor es no declararlo, sin embargo negarlo es también una estrategia que rara vez sirve; sobre todo porque o se les va a notar o si lo evitan va a terminar por mellar la relación.
Como todo, esto es exclusivo de cada pareja; lo que puedo asegurar es lo difícil que es separar las actividades laborales de las emociones interpersonales, sin embargo tener la intención de dejar las cosas claras ya te pone en un lugar más seguro si te toca surfear la aventura que es trabajar con tu pareja. Para mí ha sido una muy buena experiencia; porque aparte de aprender de ella como ser humano, aprendo como profesional. Sí se puede mezclar el placer y el negocio, siempre y cuando no se negocie con el placer, ni se haga lo que a uno le plazca con el negocio.

El golpe de pecho al trabajar

En todo trabajo, tenemos al héroe laboral. Aquella persona que se considera a sí misma una pieza fundamental de la empresa, porque es de esas que asegura 'da todo por el trabajo'. En muchos casos puede que sea así, pero la verdad si es que hemos escuchado a este individuo dando su discurso de lo importante que es para ellos hacer bien el trabajo lo más probable es que no sea cierto, simplemente son historias que le cuentan a los demás para ponerse en una posición de cierta ventaja psicológica.
A eso me refiero con el golpe de pecho al trabajar : la ilusión de que si consideramos que nuestra prioridad número uno es el trabajo esto nos convertirá automáticamente en mejores trabajadores o al menos mejores elementos que nuestros compañeros. Es eso, una ilusión. Para empezar, porque a nadie le importa–bueno, a tus jefes quizás– luego porque una vez que dejes de ser mínimamente útil, dejarás de ser el héroe y todos se quedarán con la calidad de persona que decidiste ser, si acaso lo llevas muy a pecho, no tienes espacio para el error. Veo esto mucho en industrias creativas donde hay más de una manera de atacar los problemas. Hay posiciones de más o menos poder que requieren ser así, en el cine yo lo veo en directores, diseñadores de producción y de maquillaje, fotógrafos. No es crítica, incluso creo que es requerimiento para que lleven a cabo la visión creativa del producto que persiguen.
Pero la clave es el equilibrio, porque en el momento que lo único que te importa es tu calidad como trabajador te deja de importar la interrelación con los humanos que contribuyen a tu trabajo. Naturalmente, aunque seas un genio, un héroe (o así te consideres) la gente empieza a perder el respeto; eso lleva a una concatenación de efectos que terminan en que a tu equipo le deja de importar lo que tú quieres hacer y lo único que quiera es terminar el trabajo e irse a casa donde no tenga que lidiar con tu ego desajustado. A final de cuentas si te pones de meta única eso, pierdes el resto de la perspectiva que justamente te ayuda a llegar ahí. ¿Cómo identificar que te estás dando golpes de pecho en el trabajo? Porque es muy bonito ver y criticar, pero criticarse es lo perro. Hacia afuera un primer paso es cuando se te hace fácil criticar cómo hacen el trabajo los demás. Aunque tú no hagas lo mismo, te es muy fácil identificar cualquier actitud que difiera de la tuya es primer señal de alarma. Cuando la gente que trabaja para ti empieza a fallar y no te tiene la confianza de ver tu opinión para resolverlo. Ahora hacia dentro, cuando no te permites errores –que no quiere decir que no los hagas, simplemente te atormenta demasiado el haberte equivocado y te estorba al seguir trabajando. El último es fácil (dependiendo tu jerarquía), pero es cuando tus compañeros te evitan como Calderón a la sobriedad. Creo que es muy fácil decirle a la gente que se relaje, pero lograrlo no es la misma tarea. Por eso te invito a que estés atento a estos comportamientos. Naturalmente si la persona que se porta así es cercana a ti, puedes compartirle que quizás quejarse de los demás poniéndose como ejemplo de ser el mejor, no es la manera más productiva de trabajar. Si es que no tienes confianza; manténte al margen, eventualmente estas personas se quedan solas, ya después sabrán si cambiar o no. Y si ves esto en ti... pues tómate una pastilla de realidad y recuerda que nadie se va a morir.

Sin Yolanda, Maricarmen

Hace unos días hablaba de una compañerita del trabajo y mi expresión fue "pobre de ella". En eso me corrigieron –con justa razón– y me recordaron que no es necesariamente útil referirme a ella como pobre. Y al hablar de ella en todo caso me recordó las veces que pienso en mí y todas las ocasiones en las que pienso "pobre de mí". Quizá no lo hago tan explícito, pero siempre en algún trabajo nos toca la desesperación, alguna situación un poco más complicada de lo habitual y entonces pensamos en las otras ocasiones en las cuales nos iría mejor.
Quizá es algún tema que ya he tocado con anterioridad. A final de cuentas, el mejor trabajo es el que tenemos; pero quiero tener un acercamiento un poco distinto. En vez de decirte que te deberías de sentir afortunadx por tener este trabajo, te diré que el optimismo y positividad tienen un veneno que se llama autoconmiseración . O dicho de otra manera, victimizarse. ¿Qué pasa cuando nos pobreteamos inconscientemente? Que dejamos de ser agentes activos. Nos volvemos el personaje aburrido de una novela que parece que nunca va acabar (te estoy viendo, Cosette) por ende no tenemos control alguno de la situación y en vez de trabajar te conviertes en alguien que meramente llena una función específica para un producto viajando en el cascarón vacío que se ha vuelto tu persona.
La realidad no es así. Espero que cuando hables de tu trabajo sepas que estás ahí porque quieres (porque sino ya estamos hablando de esclavitud). Te están pagando por hacer lo que haces. No te pobretees porque entonces no puedes hacer nada por crecer, por cambiar las cosas, por mejorar. Simplemente te vuelves un barco a la deriva sin motor, que a final de cuentas termina encallando en donde quiera que sea la voluntad del mar. El trabajo es difícil y por eso te pagan. Repítete eso, cada vez que te sientas con ganas de pobretearte. Aunque parece que hay muchos clientes a los que hay que explicarles que cobramos tanto porque nos toma horas de esfuerzo, conocimiento y trayectoria, no está mal que también te metas en la cabeza que para que te paguen tienes que esforzarte y entregar resultados.
Tampoco te digo que seas perfeccionista; pero te insto a que seas dueño de la situación. No hay trabajos en los cuales no puedas hacer nada. Mínimo en cada uno te llevas un aprendizaje, una relación nueva. Sí, nuestro trabajo es difícil pero nadie nos ha dicho lo contrario. Está bien luchar por nuestros derechos, pero una cosa es ser activos en la búsqueda de una situación laboral mejor y otra es quejarse de que nadie hace nada por cambiar y que hay muchos que reman en tu contra y por eso nunca puedes tomar trabajos con mejores condiciones. Toma control de tu trabajo. Siempre hay algo que puedas hacer y no te digo que tienes que ser Mary Poppins con jefes horribles, compañeros despreciables o clientes inaguantables. A lo que voy es que des un paso atrás del ego que solamente se está dejando pisotear (hasta por ti mismo) y le pares a la chilladera. Reconoce que el poder que tienes sobre la situación, sea grande o pequeño y ejércelo.
Porque el poderoso no es solamente aquel que tiene el arma, sino el que está dispuesto a usarla. Quien lo ejerce, es quien se vuelve poderoso. Por lo tanto, deja de revolcarte en la alberca de mierda que es tu autodesprecio, date unas cachetadas guajoloteras y date cuenta de todo lo que puedes hacer. Cuáles son tus responsabilidades, qué puedes hacer ante la situación a la que te enfrentas y cómo vas a sacar provecho de ahí logrando tu trabajo. Si siempre te llama el que se tarda años en pagar, es tu responsabilidad aceptar o no ese trabajo. Si tu jefe directo es alguien grosero o malagradecido, tú sabes si entregas más de lo que se necesita o aguantas esos tratos. No te pobretees, toma lo que es tuyo, empezando por la consciencia de que si algo va a cambiar para mejorar tu situación, empieza por reforzar tu visión de ti mismo.

El que se enoja pierde

Es un dicho popular del cual no sabemos bien el significado hasta que logramos no enojarnos. Es mi creencia personal, que el santo grial para que tengamos relaciones interpersonales mucho más sanas (incluso lleguemos a la utopía) si logramos discutir sin enojarnos. Hablando de dichos ¿quién no conoce aquel que dice que para llevarse bien con la gente no hay que hablar de religión, dinero, política o futbol? Bueno, lo del dinero lo puse yo ahí, pero está entre los temas tabús a la hora de la comida o de conocer nueva gente. Creo (no tengo estudios al respecto, pero basta observar un poco para confirmarlo) que por eso muchas veces que empezamos a C O B R A R hasta nos da pena. Esta vez no quiero hablar específicamente de cobranza o de lo que vales monetariamente (que al único que le debe de importar es a ti), sino de aquellas veces en las cuales a regañadientes decimos que sí. Hay muchas diferentes situaciones en las cuales nos vemos embarcados por no aprender a decir que no. Me quiero ir más a lo específico. Dentro de nuestro trabajo hay diferentes tareas, áreas y rubros. A veces sucede que el cliente (o el cliente de nuestro empleador) pide más de lo que está pagando y con tal de mantenerlo le empiezan a decir que sí a todo, en detrimento de las horas de sueño de los miembros del equipo o días trabajados (en el caso, tú y los demás). Todos hemos conocido aquellos legendarios compañeros de equipo con los que nadie se mete, los que dejan un trabajo mediocre en el momento en que se dejan de respetar las condiciones de trabajo. Desgraciadamente a todos ellos se les puede tachar de problemáticos y revoltosos. Sin embargo no has de negar que cuando lo has visto pasar te da un poquito de envidia (de la mala, no hay buena) crees que necesitas tener trayectoria o trofeos para poder darte el lujo de comportarte así, como sería justo para ti hacerlo. La verdad es que no. Lo que pasa es que es al revés. Esa persona revoltosa, inconforme se ha vuelto así porque se hartó de que le pasaran por encima y estuvieran chingue y jode cada vez que exigía un pago justo, un descanso adecuado o condiciones humanas.
La idea no es quejarse de cualquier cosa. Pero si tenemos la habilidad de establecer los límites de nuestros trabajos, nos vamos a querer un poquito más. Y la clave es no enojarse. Cuenta la parábola del alacrán que quiere cruzar el río y le pide a la rana que lo deje cruzar por sobre su espalda. La rana de inicio no es pendeja y se niega, porque le va a picar. El alacrán la convence con el argumento de que si la pica, se muere la rana y entonces se ahogarían juntas. Ahí va de buen pedo la rana y una vez cruzado el alacrán se la chinga. Porque al final el alacrán tiene en su naturaleza picar. Bueno, usando ese colorido ejemplo quiero llevarlo a la realidad. Lo natural es que un cliente nos pida más de lo que podamos dar. Y no nos podemos enojar con él por hacerlo, al final de cuentas ¿quién no le gustaría que le echen demás al tanque de gasolina? Pero si se niegan no hay por qué enojarse. Lo mismo del otro lado.
Podemos decir que no, marcar nuestros límites sin ofendernos. No está en mi descripción de trabajo, yo no estoy cobrando por eso, no estoy de acuerdo en los términos. Y ya. Sé que a muchos les ha tocado proveedores con mala fama que prometen ahora sí cambiar y a final de cuentas los tranzan con mentiras; entonces sí está bueno enojarse. Pero de mientras no. Negociar con la gente de manera adecuada. Cobro tanto por ese trabajo. Si quieren más es más. Sé que suena muy fácil para hacerlo verdad, pero es una práctica que pueden comenzar desde ahorita. Aunque sea en modo positivo. En vez de negarse, pidan más cosas. Quizá pidan un asistente. Y si no te lo dan, por la razón que sea, no te enojes. Es normal. Ahora ya sabes qué pasa cuando pides cosas de más.¿Qué tal si empiezas a decir que no a las cosas que no están en tu cancha? La última vez que negocié un pronto pago, la casa productora me dijo que no. Me preguntó entonces "¿Entonces si no te pagamos en ese tiempo no lo haces?" y les dije que no. Sin miramientos, pero sobre todo sin pena. A las pocas horas me habló la jefa queriéndome dar un brief y le dije que no estaba en el proyecto. Y me preguntaron "¿estás enojado?" le dije que no, simplemente mientras no se cumplan las condiciones para llegar a un acuerdo de trabajo no iba a trabajar, pero siempre de buena gana. A final de cuentas accedieron y todo fue muy digerible para mí. Pero ¿por qué cuento esta historia? ¿La considero una victoria? No, para ilustrar qué hubiera pasado de haber dicho que sí.
De haber dado el "sí" creo que hubiera estado muy enojado conmigo mismo. Porque yo mismo le estaba faltando al respeto a mi ética de trabajo. Estaba dañando mi imagen y mi prestigio por un trabajo que fue pesado. La hubiera pasado mal en la hora 12 de trabajo en la cual ya no estaba haciendo nada, pero me tenían ahí esperando por si lográbamos rescatar algo. Y es que no pasa nada si decimos que no (ante las condiciones justas). También hay que saber entender nuestro puesto, pero sobre todo las condiciones que necesitamos para nuestro trabajo. Sin enojarnos, porque al final, cuando accedes con tal de no decir "no" y no enojarte con tu cliente potencial, te terminas enojando contigo misma. El cliente sabe que te puede pedir un descuento, pero si no se lo das, no tiene por qué enojarse, y tampoco te enojes tú porque lo intente. El alacrán seguirá siendo un alacrán, ahí de ti si eres una rana lista o muerta.

TRABAJAR DESDE LA PRECARIEDAD

Este 18 de octubre, el sindicato más grande de trabajadores de cine el IATSE (T he International Alliance of Theatrical Stage Employees, Moving Picture Technicians, Artists and Allied Crafts of the United States, Its Territories and Canada - ya sé, un nombre larguísimo, mejor conocerlos como IATSE) estuvo a punto de emplazar a huelga a más de 60,000 miembros, esto le consiguió negociaciones sobre mejorar las condiciones de trabajo y pago para sus miembros. Lo que me hizo pensar en la situación de mi gremio nacional.
Quizá esto no aplique a todos los freelancers , pero la organización laboral siempre ha sido un tema que me ha interesado. El mercado audiovisual en México en 2019 generó 2 mil 800 millones de dólares i . Hay abusos en todo tipo de trabajos, pero en mi experiencia– al menos en las películas, comerciales y televisión –son normales condiciones que están fuera de la ley. Es común – y hasta acostumbrado – tener jornadas de trabajo de mínimo 12 horas. Con "llamados" (jornadas diarias) de hasta 20, 24 horas continuas. Además de que el período de descanso mínimo entre una jornada y otra puede ser nulo. Claro, en todos lados hay excepciones, pero a cualquier miembro del gremio audiovisual que trabaje en esto que le preguntes, te contará más de una experiencia similar. Ni hablar el omitir el pago de horas extras o los pagos a 90 días. Nadie es ajeno a esta información, desgraciadamente a cualquiera de las personas que conozcas que hable de organización laboral o una unión, le escucharás con desgano que en este país no se puede porque cuando tú rechazas un trabajo, irá un "hambreado" a tomarlo por menos dinero. No sé si es un caso antropológico, pero es que las compañías se dan el lujo de tener malas condiciones porque estamos acostumbrados a trabajar en la precariedad. Nos venden el cuento de "hacer lo que nos apasiona" sin tomar en cuenta que también tenemos una vida, pagamos una renta, arriesgamos nuestra salud. Sin olvidar que cada uno es un individuo con sueños propios y metas por cumplir. No pretendo que sea exclusivo del gremio audiovisual, pero sé que todos en este país conocemos el término "ponerse la camiseta", jugar hacia el equipo.
Lo triste es cuando el equipo no juega para sus jugadores. Ahí ya la camiseta no importa. Porque todos saben que "ponerse la camiseta" es un eufemismo para dejarse manipular y no cobrar lo que es justo. Utilizan la excusa del trabajo continuo para aplicar medidas injustas (y por demás, ilegales) para maximizar sus ganancias. Es decir, tener más trabajo con menos dinero. Y no todo es cuestión de dinero, además de que no estoy argumentando en contra de las casas productoras, en sí, todos estamos acostumbrados a estas condiciones. Estamos tan acostumbrados a trabajar desde la precariedad, que cuando exigimos ciertos derechos es normal que nos tachen de "divas" o especialitos. Y es que alguien más toma como héroe la oportunidad de trabajar sin derechos, con riesgos a su salud y sin importar su vida personal por "amor al arte". No que no existan esos proyectos, de hecho creo que existen los proyectos que ameritan un esfuerzo extra, porque sabemos que está en desventaja y creemos en el mismo. Sin embargo no creo que la octava película de los Derbez de este año necesite que dejes de comer o dormir durante semanas. Tampoco creo que Huawei necesite que le regales horas de trabajo. Sé que este texto arriesga mucho cómo me verán a mí, pero me gusta calificarme como idealista. Me gusta este tipo de movimientos para reflexionar. Pregúntate: ¿estás acostumbrada a trabajar en la precariedad? ¿Ves negociaciones grandes de este tipo como un sueño inalcanzable? ¿Cuántas veces has dejado que jueguen con tu salud, tu vida personal y hasta tu autoestima por "ponerte la camiseta"? Sí, a todos los independientes nos ha quitado más de un proyecto por "divas", "revoltosos" o "quejumbrosos". Pero ¿de verdad queremos perpetrar prácticas que atentan contra nuestra integridad? ¿Tienes trabajo porque eres bueno o porque eres barato? La verdad de las cosas es que no podemos negociar con las grandes empresas porque no tenemos ventaja. Hace un año hicimos toda una campaña para que "por favor" nos pagaran a 30 días. Y cuando empezó el trabajo, se olvidó, porque las empresas no entienden de favores. Entienden de números, de pérdidas y ahorros. Tengo la esperanza que el ejemplo de la IATSE marque una pauta internacional y que juntos encontremos que valemos más que entregar nuestra alma, a un trabajo que nos va a reemplazar. _____________
i: Pérez, Isaías (12.08.2019) "Crecerá industria audiovisual en México". El Universal. Consultado el 15.10.2021 en https://www.eluniversal.com.mx/techbit/crecera-industria-audiovisual-en-mexico

ES LO QUE HAY

No crees que deberías de estar aquí. Pero ha pasado un mes y los clientes que te suelen buscar no te han buscado. En cambio, ya aceptaste un proyecto por menos dinero y con clientes más quejumbrosos. Todos tenemos a nuestros clientes/jefes preferidos, aquellos que nos tratan bien, nos pagan a tiempo y no se quejan cuando hay gastos inesperados, al contrario siempre están colaborando para entregar un mejor resultado de nuestro trabajo.
Sin embargo, aquí estás. Te encontrabas fingiendo estar tranquilo "buscando proyectos". Te cansaste de esperar al buen cliente de siempre y ahora tienes que aceptar que ya le hiciste caso al feo del salón. No lo intentes negar. Es como cuando te termina tu ex y ya sales con la vecina loquita. No puedes evitar pensar en el ex fabuloso. E incluso te puedes llegar a culpar por el hecho de que tu ex, que es la favorita de tu mamá (incluso le cae mejor que tú) ya no te habla. Te puedes poner en la mente que quizás ya no haces las cosas bien y por eso no te habla.
Ahora, hagamos la comparación con la persona que sí supera a su ex de manera adecuada: Entiende que terminó con su ex y disfruta la nueva relación. Ya sea una relación de unas cuantas salidas o potencialmente se volverá algo más. Digo, tampoco es tan definitivo como una relación. Pero ¿te es familiar este sentimiento? Pasa que cuando estás trabajando para el cliente que no es el favorito, te la pasas comparando y el estar lamentándote por lo que no está, dejas de ponerle atención a lo que en efecto sí tienes (y te va a pagar). Hay un dicho popular que hasta suena peyorativo pero es muy real "es lo que hay". Este trabajo que ahorita ves con un poquito de desprecio es lo que hay. De no tener esto, quizás no tendrías nada. Así que velo con ojos de amor y recuerda nunca decir nunca. Pensar que estás en un punto bajo de tu carrera es desperdiciar las oportunidades que tienes enfrente y además desgastarte por algo que al menos ahora no puedes cambiar. Hay un dicho que el abogado y aventurero Alan Nichols mantiene como su lema de vida: "Is, is best". Lo que es, es lo mejor. Si piensas en un millón de posibilidades de cómo podría haber ido tu vida, pensar que el presente que sí tienes es la mejor de las posibilidades es la primera práctica para lograr el estado de Atención Plena. Seguro has escuchado esto como "Mindfulness". ¿Y eso qué carajos con tu trabajo? Estar en un estado de presencia total o atención plena te quita las distracciones negativas, además de que te abre la posibilidad de hacer tu trabajo mejor y es más probable que llegues al estado de flow. Si no has escuchado "el estado de flow" es ese sentimiento que sucede cuando estás al cien por ciento concentrado en una actividad (la que sea) y no tienes distracciones. Simplemente haces lo que estás haciendo apasionadamente. Si lo logras en el trabajo, digamos que estás logrando "la mejor versión de ti". Y bueno, me gusta ser pragmático. A final de cuentas la mejor versión de ti es la que te hace disfrutar y también la que te hace brillar como profesional. Volviendo a la metáfora del ex, es ahí cuando se da cuenta que te extraña. A final de cuentas, es muy probable que tengamos temporadas en la que nuestro cliente favorito no nos llame por diferentes razones que no conocemos. Y habrá temporadas en que tengamos que encontrar diferentes proyectos que no son los ideales. Sin embargo todo es un proceso de crecimiento, se expande la experiencia (y sigues trabajando en diferentes condiciones.) Quejándote y siendo mediocre con los clientes que no quieres, no les demuestra el potencial que tienes a los clientes que sí quieres. Además de que es muy desgastante hacer tu trabajo y no quererlo hacer al mismo tiempo. Aprovecha el presente y recuerda: lo que es, es lo mejor.

Hasta el cuello

A nadie le es ajeno el endeudamiento. Menos cuando eres freelance . Es normal porque existe la bendita costumbre de pagos diferidos para nuestros servicios cuando el resto de la vida se lleva a pago contra entrega. ¡Qué bonito mundo sería si todos nos pagaran a tiempo! ¿A poco no? Pero, no es la realidad de muchos de nosotros. Debido a la falta de continuidad en recibir dinero, a más de uno nos habrá pasado que pedimos un préstamo para cumplir con nuestros deberes financieros. Lo normal es que endeudarnos nos cause estrés y esto sucede porque dejamos de estar en control. Comenzamos a estar supeditados a "saldar la deuda". Sí, esto hace más llevaderas ciertas situaciones, pero la realidad es que quizás entraste en esa deuda porque ya se te había salido la vida de las manos, pillín. Normalmente, solemos tener un control semiconsciente de lo que gastamos. No hacemos un presupuesto, pero sabemos más o menos lo que podemos gastar y lo que no. Esto es mucho más fácil de llevar cuando se tiene un salario constante. ¿Por qué perdemos el norte a veces? Porque como independiente, aunque tengamos algunos clientes constantes, hay veces que baja nuestro trabajo y no hay nadie que nos asegure una quincena más.
Como seres humanos tendemos hacia la continuidad, resistimos el cambio. Si estamos acostumbrados a un cierto estatus y estilo de vida cuando tenemos menos ingresos es cuando tendemos a hacer gastos innecesarios, pero que acostumbramos, ergo: DEUDA (se escucha la canción de John Cena). Cuando pasa eso, sabemos que estamos gastando de más, nos da culpa, pero para evadir tus problemas puede que compres más, la sensación de algo nuevo te solapa la culpa, porque estás logrando la continuidad, y así sucesivamente hasta que parezcas el gobierno mexicano.
Bueno ¿cómo sobrellevar la deuda? Primero tener en cuenta que es algo que conscientemente quieres cambiar y saldar. Sé que no necesitas que te recuerden todo lo que debes todo el tiempo – especialmente aquel cobrador que te habla a las 7 a.m. en domingo. Pero si cambias tu consciencia sobre el problema, ya estás un paso adelante. Pero agárrate que eso no es suficiente, porque quizás lo continúes haciendo siempre y cuando "sea manejable". Así que ahí te van los madrazos. Tienes que hacerte dos auditorías: económica y emocional. Primero la económica: cuenta cuánto gastas y cuánto ganas mes con mes. Escribe hasta arriba el número que debes. Una vez que veas eso, vas a hacer tres categorías: urgente necesario, no urgente necesario y superfluo. Aquí te van unos ejemplos. Urgente necesario : la renta, los servicios, alimentación, transporte, el pago de la deuda, medicinas, etc. No urgente necesario : vestimenta, seguros, regalos familiares. Superfluo: Todo lo demás. La comida para llevar, las salidas, los viajes, etc. Pero todo esto no es posible si no te agarras a cachetadas y te das un baño de realidad. Ya que estás tomando el suero de la verdad, recuerda qué sientes cada vez que haces un gasto superfluo. ¿Te sientes en poder? ¿Adrenalina? Venga, chiquis, sin miedo a quedar mal. Realmente no hay daño en aceptar esto y sí mucho beneficio. Ahora un último paso. Cuando ya no puedas más de tanta verdad pon una lista de cosas que quieras comprar para ti y para tus seres queridos. Ponles un valor monetario. Relaciona todo lo que no consigues por estar pagando esa deuda. Como dijo un filósofo moderno "¿Ya estuvo Ferras? Ora la bebes o la derramas". Anduviste muy lion y ahora te toca enfrentarte a algo mayor que tu posibilidad económica. Pero tienes la capacidad de adaptarte (aunque no te guste). Necesitas determinación y disciplina. Piensa que deshacerte de esa deuda y cambiar tus hábitos de consumo te llevarán a cumplir otras metas, aquellas para ti y para los que quieres.
No pretendo satanizar a todas las deudas, pero sí entender la deuda impulsiva no-necesaria . Quizás te compraste un auto, o una casa. O pediste un préstamo para un negocio. Para estos tipos de deudas es importante entender nuestra capacidad de pago antes de hacerlo. Sobre todo porque tienen consecuencias a largo plazo. Revisa el impacto que tendrá sobre tus finanzas y haz la misma auditoría que mencioné anteriormente. Compárala con las otras cosas que quieres hacer y determina qué libertades te quitará esta deuda. Una vez que lo puedas hacer con honestidad (nada de trampas, mi chavx) te puedes aventar a esa deuda con calma. Si ya estás endeudado, darte un esquema y una estrategia te va a ayudar a tomar eso con calma. Tampoco es el fin del mundo, pero si le pones atención y te das un poco de reglas, puedes recuperar la libertad que endeudarte así te quitó.

El Orgullo de la antigüedad

Tu trabajo te ha costado estar donde estás y llegar hasta donde has llegado. Más cuando eres independiente. Y es que como freelance, dependemos mucho de nuestra reputación— todos los negocios lo hacen —y la experiencia, las canas y arrugas que te ha dejado dedicarte a tu chamba son testigos de tu reputación: sabes lo que haces y te ha salido tan bien que aquí sigues. En el mundo del freelance te puedes topar con todo tipo de persona. Ya sea un cliente, proveedor o compañero de proyecto. Es ahí cuando es común que te encuentres con gente que no entiende tu trabajo, que tiene una visión distinta, o difiere de cómo hacer las cosas. La verdad es que a los clientes los aguantamos un poco más porque nos pagan, pero con todos estos cuando llegas a un desacuerdo, como que se te retuerce el esófago, se te empieza a vaciar el tanque de la paciencia y a llenar el depósito de coraje que juntos son como nitroglicerina al sol. Seguro eres familiar con ese sentimiento. Y más de decirte que es dañino, quiero ver de dónde viene. En especial cuando tú eres consciente que sabes más que ese colega/cliente/etc. Sí, el coraje viene del desacuerdo, pero lo curioso es que te pega más, porque tú sabes más. ¿Alguna vez has pensado "a mí no me van a venir a enseñar"? Independientemente de las asperezas que vayan a suceder, ya existe la idea en tu cabeza de que sabes más. Trabajar con alguien nuevo o ignorante de tu oficio te pone en una posición difícil, sobre todo cuando esas personas están en una posición de mayor poder que tú. Porque al colega neófito le corriges, y hace como sugieres (si sabe lo que le conviene). Tú mandas. Pero se vuelve complicado cuando quien te manda—o alguien en igual jerarquía— es más joven o digamos, con menos experiencia. Más pendejo pues, sionó raza. De eso quiero hablar. Es que todos tenemos un ego que se ha construido con nuestras "batallas ganadas" y cuando nos encontramos con esas personas, nuestro sistema operativo se traba pues no es alguien que creamos nos pueda enseñar y que no está en posición de que le enseñemos. No puedo hablar mucho por mis colegas con más de 10-15 años de experiencia. Pero a mí me ha pasado que me encuentro con jefes que son menores que yo. Y más allá de tener un desacuerdo o creer que sé más que esas personas, me siento pequeño, como que hice algo mal en mis decisiones de vida porque el que está en esa silla no soy yo. Y eso se mete con mi trabajo, pero también con mi autoestima. No es la única manera de reaccionar, también está el polo opuesto: la condescendencia. Como estar en tu lugar te ha costado, se genera en ti una disonancia cognitiva cuando conoces e interactúas con esta gente. No cabe en tu cabeza y experiencia que alguien más joven que tú haya llegado más lejos. (Hablo de tu percepción) Por eso, es normal que para no poner en duda tus decisiones de vida te des explicaciones simplistas de porqué esa persona está en tu mismo puesto o uno mejor. Como resultado de ello puedes ser displicente, condescendiente. En mi pueblo les dicen culeros. Pero esto no es un tratado behaviorista, así que es momento de confrontarnos. Quizá esa chamaquita no sabe más. Pero puede más. Pese lo que te pese. Te quedan de dos sopas: te quedas con tu orgullo, juegas para ti y no compartes tu conocimiento ("si quiere saber, que le chingue") y jalas para tu molino o permites que las cosas sucedan, trabajas en equipo y quien escucha tu experiencia te escuchará o aprenderá a escucharte. En primera, es mucho más sencillo para ti procesar las cosas. Limar las asperezas poniendo tu opinión y experiencia como una opción que puede dar ventaja, pero no como una imposición. Entender que quien no te conoce no sabe tu historia, y si quieres que te escuchen debes empezar por poner el ejemplo. He de decir que mis mejores maestros han sido aquellos que me han dejado equivocarme por mí mismo. Es verdad que no es tu obligación enseñar y a veces puede que tu chamba esté muy por debajo de tus capacidades, pero antes de seguirte flagelando con el látigo del orgullo pregúntate: ¿por qué estás en este proyecto, si estas por encima de él? ¿Lo haces por necesidad o por gusto? ¿Vas a continuar trabajando o te vas a ir? La última pregunta es ¿Quieres ser feliz haciendo tu trabajo? Pregúntatelo en serio y si al responder cualquiera de las preguntas sientes un poco de incomodidad, es que hay algo de ti que te está impidiendo trabajar contento y en tu máximo potencial. Es decir, que por estar jugando al orgulloso con toda esa experiencia, la mitad de tu energía la estás gastando en no hacer bien tu trabajo. Porque si estás por encima del proyecto, realmente no lo estarías haciendo. Si lo haces por necesidad, más vale que se note que lo necesitas y que quieres satisfacer eso, si lo haces por gusto, pues dale gusto al trabajo. Si vas a continuar en el proyecto/trabajo, ¡disfrútalo! Quejarse, estar por encima de los nuevos, los viejos y todos los que están en medio realmente le quita el disfrute al trabajo. Al final, todos queremos ser felices con el trabajo que hacemos. Hay muchas circunstancias que nos pueden llevar a trabajar con gente que sabe menos y que gana más; pero por ahora no lo puedes cambiar. Lo que puedes hacer es llevar tu trabajo a cabo y terminar el proyecto con la mejor energía de esta manera los resultados sólo pueden ser positivos: Si es un proyecto pesado, pues se acabará; si logras permear buen humor en tus compañeros, tendrás por seguro una red de confianza que te recomendará si sacas a relucir todo lo que puedes aportar. Sí, tienes más experiencia que los demás. ¿Vas a usar eso a favor del proyecto y el equipo o sólo en detrimento del ego de los demás? Si eres consciente de tu ego, no es difícil entender que los demás tienen su propia experiencia y ego; sin duda mucho más frágiles que tú. Sé que es difícil lidiar con las personas y más cuando no te hacen caso. Al final, o el tiempo te da la razón, o te lo pasas tranquila. Tú decides qué camino tomar, te doy la opción de tomarlo de la mejor manera.

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